domingo, 17 de julio de 2022

«CABE»: EL PERUANISMO (¿UNA SANCADILLA EN LA RAE?)

¿Conocen ustedes el «juego de la argolla»? Es un juego antiguo que no sé si existe aún. Les cuento. El Diccionario de la Lengua Castellana, publicado en 1817, dice que se trata de un juego «cuyo principal instrumento es una argolla de hierro, que con una espiga o punta aguda que tiene se clava en la tierra de modo que pueda moverse fácilmente alrededor»; y agrega que lo que se busca con este juego «es pasar por dentro de la argolla unas bolas de madera, sirviéndose para ello de unas palas cóncavas de la misma materia».

Imagino la pregunta que se estarán haciendo en este momento, amigos: ¿Y qué diablos tiene que ver el «juego de la argolla» con el peruanismo mencionado en el título de esta nota? Ya lo veremos. 

Cabe es el nombre que en el Perú se le da a la zancadilla, es decir, a lo que –como define el Diccionario de la Lengua Española (DLE)- es la «(a)cción de cruzar alguien su pierna por entre las de otra persona para hacerle perder el equilibrio y caer». Es, pues, un peruanismo. Se usa en expresiones como las siguientes: «ponerle un cabe», «meterle un cabe«; «Juan le metió un cabe a Mamerto». 

Según el DLE, es una voz onomatopéyica («Voz onomat.», dice la marca que aparece en la entrada respectiva). Por lo dicho allí debemos, naturalmente, entender que «cabe» es una palabra con la que se imita o trata de imitarse un sonido, pues, como sabemos (y la RAE lo sabe mejor, y lo afirma en el Diccionario), voz onomatopéyica, u onomatopeya, es la palabra «cuya forma fónica imita el sonido de aquello que designa». Son onomatopeyas (o voces onomatopéyicas), por ejemplo, «miau», «guau», «pío» (vocablos que imitan -lo cual es evidente- al maullido del gato, el ladrido del perro y el piar del pollo, respectivamente). Todo claro. 

Pero aquí viene la pregunta de rigor. ¿Cuál sería el sonido que se imita o se pretende imitar con la palabra «cabe»? Desconozco la respuesta. ¿Será el sonido que produce el golpe cuando una persona cae violentamente al piso, al ser víctima de una zancadilla? Estoy seguro de que no. Al caerse una persona al piso, el golpe podría, tal vez, generar un sonido como «¡pum!», por ejemplo, pero jamás como «¡cabe!». ¿Entonces? (Algo adicional: «Cabe» no es el nombre de la caída, y tampoco del golpe generado por tal hecho, sino -repito- de la «acción de cruzar alguien su pierna por entre las de otra persona para hacerle perder el equilibrio y caer»).

A estas alturas vamos llegando a lo que mencioné al principio: el antiguo juego de la argolla. Es que hasta la vigesimosegunda edición del DLE (año 2001) la RAE consideró como una de las definiciones de la palabra "cabe" (no el peruanismo) lo que muchísimos años antes (en 1729) ya aparecía en el Diccionario de Autoridades (tomo II): «El golpe de lleno, que en el juego de la argolla da una bola a otra, impelida de la pala con que se juega, de forma que llegue al remate del juego, con que se gana raya». «Cabe», como se ve, era el nombre de un golpe (el golpe dado por una bola a otra). Y es, creo que indudable, que a esto se debió que la penúltima edición del DLE -que repite sin variación alguna la definición transcrita- pusiera esto como marca: «Voz onomat.» (Voz onomatopéyica); válida también, allí, para el peruanismo (que, como ya vimos, es sinónimo de zancadilla). El razonamiento que la RAE pudo haber hecho al respecto, creo que es este: Si se trata de un golpe, estamos, sí o sí, ante un sonido: en consecuencia, la palabra que nombra a ese sonido es una voz onomatopéyica; es decir, perteneciente o relativa a la onomatopeya, o formada por onomatopeya (imitación de un sonido). Pero, no, no es así: no es voz onomatopéyica. Si lo fuera, el sustantivo «portazo» («Golpe recio que se da con la puerta») también sería voz onomatopéyica; sin embargo, no lo es, no tiene por qué serlo y por eso en la respectiva entrada del Diccionario no aparece ninguna marca que señale tal cosa. La explicación es simple: El hecho de que una palabra nombre a un golpe o sonido no la convierte en onomatopeya o «voz onomatopéyica»; «explosión» no lo es, por ejemplo, como tampoco lo es «portazo». Onomatopeya o voz onomatopéyica es la palabra que imita o pretende imitar un sonido («miau», «pío», «guau», «pum», «zuácate», etc.). Algo más: ¿el sonido, al golpearse dos bolas, acaso se parece en algo a la voz «cabe»? En nada, absolutamente.

No sé si, como dije al principio, el juego de la argolla sigue existiendo; pero, al menos, en la última edición del DLE ya no está considerada la palabra «cabe» como nombre del golpe que en ese juego se daban las bolas. Pero ha quedado la marca, ahora, para señalar -equivocadamente, claro- que el nombre peruano dado a la zancadilla es una «voz onomatopéyica». Mi hipótesis aventurada, y tal vez imprudente, es que la docta corporación matritense considera que, así como en el juego de la argolla, en la zancadilla también se produce un golpe y ese golpe tiene un sonido, y si a ese golpe se le dio el nombre de «cabe», entonces «cabe» es una onomatopeya. 

¿Dónde habría hecho aquel tan genial y ocurrente «descubrimiento»? Estoy convencido de que en ninguna parte. Lo que presumo es que se dejó llevar por la lectura incompleta que hizo de la definición aparecida en el Diccionario de Autoridades; solo leyeron la primera parte y obviaron la explicación allí incluida. 


Esta es la referida explicación que el primer Diccionario de la Lengua Española, en su tomo II, da acerca del nombre con que se conocía al golpe de las bolas en el juego de la argolla: «Llámase así, porque para ganar la raya es condición, que entre bola y bola haya de caber la pala». Su origen es el verbo «caber», y no es ni proviene de ninguna onomatopeya.

Clarísimo. El Diccionario de Autoridades, a pesar de que al vocablo «cabe» lo define como «golpe» («... de lleno»), jamás dijo -ni lo insinuó- que ese nombre fuera una suerte de «imitación» del sonido producido por el golpe de las bolas en el juego; no afirmó que se tratara de una «voz onomatopéyica». 

¿Será que después de alguna meticulosa investigación histórica la RAE llegó, tal vez, a la conclusión de que el Diccionario de Autoridades estaba equivocado y, en consecuencia, quiso corregirle la plana, desmentirlo, desautorizarlo? (¿Casi como ocurrió con el jurista y político peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre (1773-1841) que, arrepentido de sus propias opiniones, llegó a publicar un libro con un título muy expresivo: «Vidaurre contra Vidaurre»; o sea, la Academia contra la Academia?). 

Sea como fuere, lo cierto es que -insisto- «cabe», el vocablo peruano sinónimo de «zancadilla», no es una voz onomatopéyica. La RAE debería, pues, corregir el Diccionario, retirando la marca «Voz onomat.» que aparece en la entrada correspondiente. (Creo que voy a presentar mi propuesta, a ver qué resulta).

 

© Bernardo Rafael Álvarez