martes, 24 de mayo de 2022

FRANCOIS VILLANUEVA PARAVICINO: Tres poemas

 

            


            ANTE TU PARTIDA

 

Fiel compañera, viste cómo llora el crepúsculo,

como si sus lágrimas deslizaran ríos sacrílegos,

donde me hundo hasta perder la conciencia,

y te busco en el profundo abismo de tus horas

 

Ahora que el desierto ahoga los suspiros rojos

de tus labios marchitos como flores carnívoras,

que han devorado la fe en un digno amanecer

a tu lado, como en los tiempos remotos de la fe.

 

Cuando mirabas a través de los impulsos ciegos

y yo te miraba en la claridad de tu pecho florido,

ambos frente a frente como ante el espejo puro,

como dos sombras que se difuminan ante el sol.

 

Amiga leal, te has ido, y no escucho sino ruidos

que hieren los tímpanos que idolatraban tu voz,

aquella diosa camuflada en lo etéreo y lo divino

y en la más bella de las reencarnaciones del fuego.

 

 

            A LA DERIVA

 

Al abrirse la puerta de par en par,

el precipicio se camufla en sombras

y uno tiene que tantear

como un ciego sin bastón ni lazarillo,

cual jinete que cabalga en la pradera

en un corcel furioso y potente.

Cada paso es temer al abismo,

que nos ha de tragar como el mar,

nos ha de fundir como la lava,

nos ha de esconder como el eclipse,

nos ha de ahogar como una pesadilla,

cuando soñamos con deseos frustrados,

los malos recuerdos,

o lo que nunca deseamos vivir.

Solo los tristes en sus lágrimas oscuras

o los infelices en su tormento

entienden este trastabillar

en aquella carrera de caminos sin destino,

con trampas, armadijos, cepos,

ardides, insidias y muchas piedras.

Y también lo entenderás tú

cuando distingas, oh Cielos,

que en cada día se siembran

socavones, cruces y muros. 

 

 

            EL ENFERMO Y LAS MONTAÑAS

 

Las cuatro montañas se yerguen imponentes,

solo expelen sombras crudas y oscuras.

Desde el suelo no se distingue el crepúsculo

ni el río que le daría vida, un hálito de luz,

un fulminante rayo que partiría la tierra

sucia de andrajos, de escombros y de vómitos.

Aquellas toneladas ciegan la mirada, cual enfermedad

que ataca a los más débiles, los más lerdos,

los que creen en las estrellas y en su eterno brillo.

Esos enfermos tambalean, dudan en avanzar

o en retroceder, temen de una mina camuflada

que los haría explotar en mil pedazos.

Es decir, son conscientes del inminente peligro,

se juegan la vida con los miedos, tan terribles,

que los inmoviliza como estatuas de sal.

Tal horror hace temblar todo, como un fuerte sismo;

se encumbran nubes de polvo, rocas se deslizan

y las montañas se desmoronan con violencia,

una brutal violencia que sepulta al enfermo,

que, pese a ello, cree que es el culpable de todo.

Nunca ha tenido tanta razón, jamás fue tan cierto.



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Francois Villanueva Paravicino. Escritor, nacido en 1989. Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Es autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas y diarios (peruanos y extranjeros). Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Mención especial en el Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relatos (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia.  Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.