Sí, se trata, realmente, de un peruanismo; su origen, por lo demás, está en el sustantivo que le da nombre al tubérculo alimenticio más conocido en el planeta, y que siempre fue nuestro y es, ahora, de todos. Bueno, este peruanismo, que es un verbo, parece haber corrido la misma suerte feliz de su referente material: ha traspasado las fronteras. Sin embargo, según he podido verificar, prácticamente a nadie por allá (y por acá tampoco) le ha importado poner atención en el origen al que he aludido, ni menos darse el trabajito de explicarlo.
Y, a propósito, creo que él, Lauro Pino (nombre real o seudónimo, no lo sé), fue el único que había asumido como peruanismo el vocablo del que me ocupo, y nadie más lo tomó en cuenta, hasta que, en 1990, apareció el valioso libro de Juan Álvarez Vita llamado, precisamente, Diccionario de peruanismos, que lo define, simple y llanamente y en forma acertada, como una expresión familiar del verbo «comer»: la misma definición que, en 1968, insertó en su publicación Lauro Pino.
Efectivamente, «papear» es un peruanismo y significa «comer» y, de modo especial, como bien precisa Álvarez Vita en su Diccionario de 1999, «comer mucho» («papear parejo»).
Pero, increíblemente, nuestra inolvidable Marthita Hildebrandt, que en sus estudios era tan exhaustiva, meticulosa, no incluyó el verbo de marras en su tan conocido libro sobre peruanismos (cuya primera edición es de 1969 y la última, del 2013). Ah, y algo que también me ha llamado la atención de un modo especial es que, igual que Juan de Arona en su Diccionario de Peruanismos (1882, 1883) y el padre Rubén Vargas Ugarte en su Glosario de Peruanismos (1948), nuestra ilustre lingüista tampoco incluyó el sustantivo «papa», que -aunque, digamos, desde hace mucho tiene ciudadanía universal- es auténticamente peruano de nacimiento, pues proviene del quechua, como podemos ver en el Vocabulario de la lengua quechua (1608) de Diego González Holguín del que transcribo, sin alteración, lo siguiente: «Papa. Rayzes de comer que sirven de pan como turmas de tierra»); es decir, es un peruanismo como lo reconocieron Álvarez Vita, en su ya mencionado repertorio, y Enrique Ballón Aguirre y Rodolfo Cerrón Palomino, en el minucioso estudio TERMINOLOGÍA AGRARIA ANDINA: Nombres quechumaras de la papa, publicado el año 2002 («ya consagrado peruanismo», dicen).
Y bien, el verbo fue recogido luego en el Diccionario de Americanismos, que es del 2010. Sin embargo, en él no se hace absolutamente ninguna mención a su origen peruano; lo considera como un verbo empleado en Cuba, Puerto Rico y Venezuela. Sin duda, los miembros de la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española), encargados del trabajo lexicográfico, desconocían que cuatro décadas antes un pequeño libro ya lo había dado a conocer como peruanismo (y «de uso general», según dice); y, aparentemente, tampoco pusieron atención en lo que ya estaba registrado en el libro de Álvarez Vita.
La RAE, recién en la edición 23 del Diccionario oficial, incluye el verbo con la acepción que conocemos. En la anterior edición, solo se lo consignaba en una entrada, con los significados -completamente desconocidos por nosotros los peruanos- de «balbucir, tartamudear, hablar sin sentido» (y con esta marca: «Voz Onomat.»).
Bien. Dije al principio que estábamos ante un peruanismo que había traspasado las fronteras. Claro. Es que estoy convencido de que este verbo nació en nuestro país (si alguien, con fundamento, desmiente lo que afirmo, caballero nomás: cambiaré de opinión). ¿A qué se debe mi aseveración? A lo que, también al principio, mencioné: el referente material (o sea, la «realidad extralingüística a la que remite un signo», DLE dixit) del sustantivo que generó el verbo es la papa, el tubérculo andino de cuyo nombre, incluso, se formó «papilla» (la comida que tiene «la consistencia de una pasta fina y espesa» -DLE- que usualmente se da a los bebés). Ningún diccionario (quiero decir, aquellos a los que he tenido acceso), excepto uno, ha tomado en cuenta esto, ni siquiera el editado el año 2016 por la Academia Peruana de la Lengua, que solo señala el carácter popular del término y su significado: «Comer, alimentarse en proporción suficiente para tener buena salud».
¿En qué diccionario encontramos, en este caso, la única referencia al tubérculo andino de cuyo nombre se derivó el verbo «papear»? En el Diccionario de Peruanismos del diplomático y lexicógrafo peruano Juan Álvarez Vita. Por cierto, no en la entrada correspondiente al verbo propiamente dicho, sino en la del sustantivo -también peruano- que este verbo generó: «papeo» que, como sabemos, es alimentación y, también, el acto de alimentarse o comer.
(Veamos los siguientes ejemplos de uso de este innegable e inocultable peruanismo: «Ya es hora de papear»; «Es evidente que tus hijos están bien papeados». «¿Sabías que después de la misa va a haber papeo?»).
© Bernardo Rafael Álvarez