Está fechada el 6 de agosto de 1822, en
Sayán, y fue publicada nueve días después. El documento iba a aparecer antes,
en El Correo Mercantil Político-Literario, pero, como dice su autor, "la
suerte de ese desgraciado papel fue la de un niño, a quien cortan la cabeza al
tiempo de nacer". Con esta expresión es fácil entender que lo que se hizo
antes del 15 de agosto fue una publicación incompleta, que no le satisfizo a su
autor. Por ello, pero con buen ánimo y admirable sentido del humor, continúa
así, en la comunicación esta vez dirigida al editor de La Abeja Republicana: "Su padre y madre que soy yo (él, creador del escrito), y el Editor que le sirvió de
comadre, tuvimos que encomendarnos al ángel de la guarda y a San Juan
Nepomuceno". Y, al no haberse producido milagro alguno, no le quedó -caballero
nomas- otra cosa que molestar con "la cartita" a quien editaba La
Abeja, rogándole que la publicación, esta vez, se hiciese "toda
entera". ¿Adivinaron de qué hablo? Estoy seguro que sí. Estoy aludiendo a
la creo muy conocida (al menos por su nombre) Carta del Solitario de Sayán (fueron dos, en realidad). Esta, a la
que me refiero, fue entregada al público en el N. 4 de La Abeja Republicana
(págs. 29 - 60), que fue una de las primeras publicaciones periodísticas en los
días tempranos de nuestra República; un bisemanario que apareció los jueves y
domingos, desde agosto de 1822 hasta junio de 1823. En esta carta su autor se
ocupa de la "inadaptabilidad del gobierno monárquico al Estado libre del
Perú". El periódico, fundado por el mismo autor de la carta y por Francisco
Javier Mariategui y Manuel Pérez de Tudela, tenía un formato bastante breve y
"discreto", como lo calificó don Alberto Tauro, "muy semejante
al que suelen lucir muchos breviarios"; con las hojas tan pequeñas que a
mí me traen a la memoria (ustedes también deben recordar, amigos setenteros)
los volantes, esos, los con muy pocas palabras, que los universitarios
"rojos", de hace un montón de años, solíamos distribuir entre el
alumnado con protestas generalmente por "quítame estas pajas", y que,
repito, por ser hojitas de papel "bullky" apenas del tamaño de un
almanaque de bolsillo, nosotros llamábamos "mosquitos"; obviamente:
diminutos, "volanderos" y medio urticantes. Es, sin duda, que por esa
misma razón a nuestro Tribuno de la República (supongo que fue de él la idea,
¿no?) se le ocurrió ponerle ese nombre, "Abeja", porque la abeja
vuela y zumba y es chiquita, y hay que cuidarnos de su aguijón. Dije que eran
dos las cartas. Claro, la segunda apareció después -tal como debía ser, toda
completa- en el mismo medio que antes había, inconvenientemente, recortado la
primera: el Correo Mercantil Político-Literario. La primera y la segunda fueron
firmadas por el mismo autor, pero con Seudónimo: El Solitario de Sayán. ¿Quién
fue este personaje? Pues, el Tribuno de la República, José Faustino Sánchez Carrión. En la segunda de sus epístolas,
siempre preocupado el huamachuquino porque el Perú tuviese un Estado que
llegara a responder satisfactoriamente a las expectativas de la nación, habla
precisamente de eso: acerca de la forma de gobierno más conveniente para
nuestro país. (La Abeja Republicana,
volvió a ser publicada, en edición facsimilar -todos los números reunidos-, el
13 de agosto de 1971, por Petróleos del Perú, con motivo del Sesquicentenario
de la Independencia. El prólogo fue redactado por el historiador Alberto
Tauro).
Ver donde otros no ven, o no quieren ver, no es cosa del otro mundo. Es cuestión de ver únicamente; así de simple. Ah, pero para ello es recomendable emplear la mirada y dejar de lado las anteojeras y también la ojeriza. Apasionarse en la vehemencia, no en el odio ni en el fanatismo. Ser tolerantes, pero no tontos. Ser perspicaces, no adivinos. Ser claros y objetivos. Ser decentes y sinceros. Justos. No esperar el aplauso fácil. Buscar la verdad. Respetar.