Para mi primo hermano Panchín.
Nunca
olvidaré los sentimientos
de
envidia (bueno, de sana envidia) y de frustración
que me
envolvían como bufanda
(de
esas hechas con lana de carnero)
al ver
que de tus manos saltaba
casi
hasta el cielo
casi
hasta el infinito
aquel
juguete tal vez absurdo pero también
absurdamente
bello y por eso codiciable: un platillo volador
(Sí pues
un platillo volador salía de tus manos disparado
al jalar
una cuerda delgada de nylon envuelta en una suerte de carrete
y yo solo
miraba estupefacto
desde una
de las bancas de la plaza de armas)
Y nunca
olvidaré tampoco
y ya lo
he dicho antes y hoy lo repito
el haber
sabido y no visto felizmente
que algo
que no brotaba de tus manos
más bien
llegaba casi todos los días nueve de marzo
a tu casa
en cuyo patio
como
espléndida luz pura alumbraban unas flores blancas de hortensia
Pero claro
estos
solo son recuerdos
Ni trauma
ni resentimiento
(y no
vayas a enfadarte)
Solo
evocación para la sonrisa
Pero no
lo puedo evitar:
cuánto
hubiese querido que aquello
que la
abuela Lastenia te enviaba cada nueve de marzo
hubiera
llegado los días doce de noviembre
a mi casa
en la cuesta del chorro
Pero no
importa
creo que
la abuela acertó
como una
madre la abuela casi nunca se equivoca:
duraznos
en almíbar para mi cumpleaños
Tal vez
es decir
casi estoy seguro
en esos
envíos la abuela nos hacía llegar a cada uno un mensaje
que
andando los años como caminata pausada pero segura
por los
senderos de Pallasca
comencé a
entender por sus nobles efectos:
quiéranse
como hermanos
porque yo
los he querido como hijos
Y aunque aquel juguete que nunca fue mío
y ni
siquiera tuve en mis manos
en verdad
solo volaba unos segundos hasta precipitarse en el piso
ha de
servir sin embargo
como
dócil vehículo en la escalera de la imaginación
para
enviar un saludo hasta el cielo
es decir
hasta aquí nomás
a
nuestros corazones (donde el cielo es un fogón
o la luz
tímida de un lamparín)
porque
allí Lastenia y sus hijas
Dora y Abigaíl
a pesar
de su distancia hablan de sueños y dibujan bendiciones
como
quisieran haber hecho en cualquier tarde
en la
cocina o frente al horno del pan y los chiclayos
abrigadas
por el abrazo de la bondad y la ternura
Pero
repito no lo puedo evitar
se me
humedecen los labios de tardía envidia
al pensar
inútilmente en esa fuente de cuy frito que
cada
nueve de marzo
la abuela
Lastenia te enviaba como regalo de cumpleaños
Pero ya no importa
Ni
duraznos en almíbar ni picante de cuy
Ni
platillo volador agitando los sueños
Porque un
abrazo hoy nos envuelve y alimenta
y sin
ninguna duda es lo mejor
porque es
la herencia nutricia de ternura y bondad
que nos
dejaron Lastenia Dora y Abigaíl
primo
Panchasho
hermano
Panchín
Bernardo Rafael Álvarez
07/12/2015
11:59 a.m.