sábado, 1 de abril de 2023

BAD BUNNY. UNAS PALABRAS POR EL DIZQUE "HEREDERO"

Según la revista Time, este artista es heredero de Michael Jackson. ¿Heredero? No lo es exactamente. Lo que hace Benito Martínez Ocasio, el joven puertorriqueño de 29 años, planetariamente conocido como Bad Bunny, no es precisamente lo que hacía Michael Jackson, no tiene su estilo ni sus cualidades (por mencionar algo); es decir, como artista propiamente, no ha heredado nada del llamado «rey del pop»: no es su continuador. 

Ah, pero si algo puede ser común entre ellos son los millones, millones y millones de fieles seguidores, que gustan de su arte y reconocen y celebran, a rabiar, la expresión de extremado desenfado y libertad que pone de manifiesto en las cosas que compone y canta. 

Benito, es decir Bad Bunny, es un artista que ha tenido la osadía, como los creadores geniales, de incluso mandar al demonio los buenos modales. Sabe -es evidente- que el arte, uno de cuyos instrumentos es la voz (o sea, me refiero al canto, a las canciones), puede -legítimamente- no decir nada o decir mucho, decirlo con decencia o indecentemente, y puede expresar palabras o, si lo desea, solo emitir ruidos guturales. El arte puede ser un vehículo a través del cual se transmiten mensajes (de amor, de fe, de esperanza o de indignación, etc.), Con él se puede motivar la reflexión acerca del destino de la humanidad, u otras cosas; pero no es nada reprobable si el arte (como ocurre mayormente) es empleado solo para entretener, o generar emociones de cualquier tipo (eróticas, por ejemplo), incluidas aquellas aderezadas o «contaminadas» de «inmoralidad». 

El arte del canto no está obligado a ser (aunque podría serlo, también) un catecismo en pentagrama o un código deontológico (o sea, una relación de normas éticas) dicho melódicamente. 

Ahora, pregunto: ¿Algún artista ha hecho antes algo similar a lo que hace Bad Bunny? Creo que el más próximo (no por cercanía cronológica, sino por desenfado) es el italiano Adriano Celentano, autor de «Prisencolinensinainciusol» (1973) una canción que está compuesta por palabras que (como su título) fueron inventadas por su autor y que, simple y llanamente, no dicen nada, carecen de sentido y significado ("jitanjáfora", en la lengua culta, es el nombre con que se conoce a este tipo de textos): solo generan conmoción, frenesí; aquí, como muestra, cuatro versos de la canción referida: "Ai ai smai seslet / Eni els so co uil piso ai / In de col men seivuan / Prisencolinensinainciusol ol rait"

Como Celentano (nacido en 1938) y Jackson, Benito Martínez Ocasio es también un artista genial: ha hecho algo nuevo, inédito y admirable, que prácticamente a muchos ha desconcertado y generado simpatías y -cómo no- también rechazo. Ha roto, desvergonzadamente (como debe ser), con los esquemas y criterios tradicionales (esos según los cuales el arte solo tiene que ver con lo "sublime"). Diría que, en buena cuenta, hoy, en pleno siglo XXI, este artista es -en la música- lo que hace cien años -en arte visual- fueron los dadaístas. El arte es atreverse y no es ajena a él la irreverencia; y eso es lo que hace Bad Bunny, aunque a una «mayoría microscópica» de intelectuales no le guste: no toda expresión artística - y lo de este puertorriqueño lo es- tiene que gustarle a todo el mundo; ah, pero, como sabemos, los seguidores que lo aplauden, porque gustan de lo que hace, se cuentan por millones, millones y millones, y -además- sus ingresos económicos, por ventas de discos y presentaciones, también. En todo esto, ¿tiene que  ver, tal vez, el marketing, pesa lo comercial? Puede ser. ¿Es un pecado? No, y no es un atentado profanatorio ni sacrílego contra el arte.  Honor al mérito, pues, a pesar de detractores y moralistas. 

Es que -ya en otra oportunidad lo había dicho- «(e)n música, no todo tiene que ser villancicos, poemas sinfónicos, valses vieneses o 'estas son las mañanitas'». Y algo más: el arte no es sumisión: en esto no hay "normativa", directiva, consigna o mandato que valga. El terreno y la esencia del arte es la libertad.

(Bueno, finalmente, pido mil perdones a quienes puedan, por culpa de mis palabras aquí expuestas, haber sentido lastimada su sensibilidad artística y moral. Pero, caballero nomás: se tenía que decir y se dijo, pues. ¡Un abrazo!).

 

©Bernardo Rafael Álvarez