Una novela no es como las
medidas económicas o de otra índole que echa a andar un gobierno en determinada
época y que, según sus efectos, mantienen o pierden su vigencia.
Pueden, las novelas, estar
(y, de hecho, muchas están) motivadas o influenciadas por su tiempo, por las
circunstancias en que fueron escriras, pero no son escritas solo para ese
tiempo; aunque puedan llamarse -como uno de los libros del Nobel colombiano-
"Noticia de un secuestro", no son noticias periodísticas que al día
siguiente pierden, efectivamente, vigencia y se convierten -como en la salsa
cantada por Héctor Lavoe- en "periódico de ayer".
Mientan ("niños
nacidos con cola de cerdo") o digan la verdad, las novelas no son
"post-it" para señalar fechas en un calendario o páginas en un libro
y luego retirarlos porque acaso "ya fueron".
Cien años de soledad persiste, resiste, subsiste, sigue en vigor, a pesar de los
desencuentros generados en las particulares experiencias personales o de grupo
[Roncagliolo dice: “Durante mi niñez y adolescencia, la
realidad se parecía más a una película de zombis que a la exótica Macondo.”;
o McOndo: “En los años noventa, el irreverente escritor chileno Alberto Fuguet
reunió una colección de autores hispanos, entre
ellos Ray Loriga, Jaime Bayly o Rodrigo Fresán, bajo el burlón título de McOndo,
como McDonald’s.”]. ¿Acaso las experiencias personales de los lectores inciden
en la "vigencia" o en la "caducidad" de una obra literaria?
¿Acaso porque cuentan cosas que no corresponden a nuestras
"experiencias" o a nuestra época, deben pasar a la papelera de
reciclaje?
La
literatura no se mide sobre la base de los criterios de vigencia o caducidad
(¿o es que acaso tienen "fecha de vencimiento"?); lo que puede perder
vigor u "observancia" (e un decir) son los estilos, las
"maneras"; y, así, podremos decir, por ejemplo: el realismo mágico
"pasó de moda", pero no la obra. Y, otra cosa: la realidad no tiene
por qué parecerse, o seguir “pareciéndose”, a una novela (“a la exótica
Macondo”), ni la novela ser un retrato de la realidad. ¿O me equivoco?
Roncagliolo
dice: "Cincuenta años después de su aparición, Cien años de soledad me
parece la gran expresión de una era que no conocí,
y de una sensibilidad antigua. Eso tiene un gran valor arqueológico,
sin duda". ¡¿Qué?! Si esa es la visión que tiene de la novela de García
Márquez, no quiero imaginarme qué es lo que pensará acerca de Don Quijote de la Mancha, novela
publicada hace cuatro siglos y que no habla de una realidad parecida "a
una película de zombis". No dirá que tiene “valor arqueológico” sino, tal
vez, “paleontológico”. ¡Qué audacia, caracho, qué audacia!