[La historia se repite. Hasta hace poco, unos
rechazaban las opiniones políticas de Cipriani y hasta pedían su renuncia o que
se le sacara del cargo eclesiástico. Ahora -pero desde la otra orilla- ocurre
lo mismo con Barreto. Y estoy convencido que aquellos que decían que Cipriani
debería callarse la boca, ahora alientan el desborde expresivo del huancaíno.
La verdad es que cualquier persona, incluidos los curas, obispos y cardenales,
tienen derecho al libre pensamiento y a la libertad de expresión, cualquiera
sea la posición política con la que simpaticen. Los derechos humanos (pensar y
hablar son dos de ellos, incluso el formular pedidos -como el de renuncias, por
ejemplo-) son para todos, y no son una cojudez. Como cualquier ciudadano, los miembros de una iglesia también tienen el derecho de emitir sus opiniones y pronunciarse acerca de cualquier asunto, incluso sobre política y temas de Estado]
***
A propósito de las declaraciones del cardenal Barreto, que han sacado
roncha en algunos políticos:
Un Estado laico no es
aquel que rechaza las creencias religiosas y proclama el ateísmo. No es el que
se aísla de las confesiones o iglesias, o las aísla o arrincona. Laicismo es mantener independencia respecto de cualquier organización o
confesión religiosa; pero, ojo, independencia no es desvinculación, es no
sometimiento (atención a los significados:
dependencia es "subordinación a un poder mayor"). ¿Un Estado laico
está impedido de conversar con los representantes de alguna Iglesia? No.
Alguien dijo que "conversar no es pactar"; bueno, tampoco es subyugar
ni dejarse subyugar.
El Estado
peruano no es un Estado confesional: no depende de (es decir, no está
subordinado a) ningún grupo religioso; solo -como lo señala la Constitución
Política, artículo 50°- reconoce el aporte de la Iglesia Católica ("como
elemento importante en la formación histórica, cultural del Perú", lo cual
es cierto) y le brinda colaboración; esto -lo dice la misma Carta Magna- "dentro
de un régimen de independencia y autonomía". Es -aunque muchos no lo
quieran entender- un Estado laico, pues.
Ah, finalmente, respecto de las opiniones, gratas o incómodas, de
algunos purpurados: Un Estado laico no tiene carta blanca para irse contra la
libertad de pensamiento y de expresión; no puede prohibirle a nadie (curas,
obispos y cardenales incluidos) a pensar y decir lo que piensan. Estado laico
no es sinónimo de mordaza. Los derechos fundamentales que reconoce y consagra
el artículo 2° de la Constitución Política son para todos, sin distinción de
falda, pantalón o sotana. Ahora, si las opiniones causan urticaria o son motivo
de aplauso, es otra cosa. Por último: laicismo no es ateísmo.
¿Entendichu manachu? 😆