Presbítero pallasquino Teodoro Meléndez Gonzales.* |
Expresiones propias del culli
(cuyo último reducto fue precisamente Pallasca) son, por ejemplo, chúrgape
(grillo), lacataca (el caracol, o “babosa”). Pero también
estas otras, acerca de las cuales, prácticamente ningún especialista ha puesto
atención: Paranshyam, Mushyuquino, Conshyam (que son
topónimos), munshyo (el ombligo), cashyul (el choclo tostado), muganshya
(tizón incandescente pero sin flama y, por extensión, luz tenue). Son
interesantes y valiosas no solo por lo bellas sino porque ponen de manifiesto
un sonido que no encontramos ni en el quechua ni en el español, y yo me
atrevería a calificar como emblemático; me refiero al fonema (consonante
africada postalveolar sonora) que yo he graficado (pues me parece lo más
aproximado) uniendo el dígrafo “sh” con “y”, considerando que esta última letra
representa un fonema consonántico palatal sonoro cuando no está aislada o
ubicada al final de palabra precedida de vocal (DLE). Emblemático, también,
claro está, el sibilante palatal /š/ que, según algunos estudiosos, sería
herencia o rezago que quedó de aquella lengua, y que sirve especialmente para la
construcción de diminutivos e hipocorísticos castellanos y le da una bella
entonación afectiva al quechua ancashino). El sonido culli al que me refiero
–que no tiene nada que ver con el quechua ni el castellano- sí podemos
encontrarlo, por ejemplo, en las voces inglesas “jam” (mermelada), “jean”
(vaquero), “jew” (judío), y que en el Alfabeto Fonético Internacional (AFI) se
representa con la grafía o símbolo [ʤ][3] Otros sonidos que, sin duda, son o provienen de la lengua culli son los
segmentos o componentes –bal [-ball, -vall. valle], probablemente “llanura,
pampa, campos”, según Alfredo Torero (Cocabal, Huandoval, Survalle); -sácape,
que podría significar “chacra” (Colgasácape); -vara (Taurivara, Marcovara); y,
difinitivamente, el –coñ [-goñ, -goñe], “agua” (Acogoñe, Pichungoñe, Gorgoñe,
Chapucungoñe).
EL VERBO CUTIPAR
Cutipar es un verbo que se usa en
Pallasca y en gran parte del norte peruano. Es -por cierto, como muchas- la
verbalización castellana de una palabra proveniente de una lengua distinta a la
que llegó de la Península Ibérica hace cerca de quinientos años. ¿Cuál es su
lengua madre? ¿El culli, tal vez? ¿Acaso el quechua? Veamos:
En el “Diccionario Pallasquino” puse lo siguiente: “Los lingüistas han
podido contar con valioso material para sus estudios acerca del culli,
gracias al trabajo recopilatorio (un total de “43 vozes”) que a
fines del siglo XVIII hizo el obispo de Trujillo Baltazar Jaime Martínez
Compañón (“palabras escogidas…más útiles para la catequización”, según
Porras Barrenechea) y a la breve lista de voces (un total de 17) que en 1915
elaboró el cura pallasquino Teodoro Meléndez Gonzales, y que fue publicada por
el francés Paul Rivet en 1949 (“Las lenguas de la antigua diócesis de
Trujillo”), y también al aporte (un total de 23 voces, la mayor parte
nombres de divinidades) de don Fernando Silva Santisteban (“La lengua culli
de Cajamarca y Huamachuco”, 1982).” En ninguno de los grupos de voces
referidos aparece una que se parezca o sea análoga al verbo “cutipar”.
A lo reseñado acaso deberíamos sumar lo que dice haber recogido
Manuel Flores Reyna, estudioso nacido en Santiago de Chuco: según él "más
de mil palabras culle", como le informó a Danilo Sánchez Lihón (sin embargo, aunque no
he tenido acceso a ese listado lexicográfico, yo me atrevería a afirmar que
hablar de “más de mil palabras culle” es algo exagerado).
En un ensayo publicado en la
Web (www.trujillohoy.com), el huamachuquino Luis Flores Prado, nos
cuenta que en el referido “Lexicón culle” (aún inédito) elaborado por
Flores Reyna, aparece lo siguiente: “Cutipar. V. deshierbar chacra para evitar
que la mala hierba dañe los cultivos”. Sinceramente lo digo: a mí me sorprende
esta noticia (primero, por el significado que el estudioso le atribuye a ese
verbo y, segundo, porque lo considera de origen culle).
En Pallasca, “cutipar” nunca
ha significado “deshierbar”. Para hacer lo que se señala en la definición
transcrita -deshierbar- en Pallasca nuestros labriegos no proceden a “cutipar”,
ni dicen que van a hacer tal cosa, sino –usando una palabra
estrictamente castellana), dicen simplemente esto: “voy a
deshierbar" (extraer la "mala hierba") que, repito, no es lo
mismo que “cutipar”. Estamos, pues, frente a dos conceptos diferentes.
¿Qué es “cutipar” en Pallasca?
Es “aporcar”. Aporcar, como sabemos (y está en el Diccionario de la Lengua
Española, DLE) tiene dos acepciones digamos análogas: 1) Cubrir con tierra
ciertas plantas (…); 2) Remover la tierra para amontonarla en torno a
los troncos o los tallos de cualquier planta. ¿Cuál de estas dos acepciones
corresponde a lo que se hace en Pallasca? Estrictamente, la segunda. Ejemplo:
Cuando las plantas de maíz están próximas a “mazorcar” (disculpen esta
licencia), es decir a frutecer, requieren ser fortalecidas o aseguradas, para
que se mantengan firmes, enhiestas; para ello, los labriegos remueven la
tierra y con ella alrededor de los tallos les proporcionan apoyo o sostén. Eso
es cutipar en Pallasca. No es deshierbar. ¿El origen de esta voz es culli? No,
no lo es.
Lucho Flores cita –además- una
frase muy significativa que, según el escritor huamachuquino Aristóteles Cruz
Ledesma, se usa en la sierra de La Libertad como un medio de “curación” o de
invocación para que alguien “vuelva en sí”: “Vuelve vuelve cutimuy no te
vayas” (en Pallasca también se decía eso -pero solo en castellano- cuando,
por ejemplo, alguien estaba desvaneciéndose: "¡Vuelve, vuelve!" (como
en Masa de Vallejo: "¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la
vida!"). Allí, en la frase aportada por Cruz Ledesma, lo que aparece es,
simplemente, un verbo doblemente repetido. ¿No me creen? Me explico: El verbo
es “volver” (vuelve, vuelve); pero, volver también es “cutimuy”, claro, no en
castellano.
Diego González Holguín,
registra en su Vocabulario de la Lengua
Quechua (1608) lo siguiente (cito textualmente): “Cutini: Boluer alla el
que vino”; “Cutimuni: Boluer aca el que fue”. Obviamente, es la
segunda frase citada la que casa bien con la que mencionó Cruz Ledesma porque,
parafraseando, es: “volver para acá el que se está yendo” (cutimuy = cutimuni).
Y se condice, además, con la invocación mágica expresada en la frase aquella
(ya no combinada con castellano, y que obviamente carecería de una estructura
coherente o bien definida) que también se dice o se decía para procurar el
retorno de la tranquilidad o estabilidad nerviosa en niños con "susto",
"Shimi cutimi, shimi cutimi": shimi = boca, lenguaje o habla; cutimi = volver
(literalmente: "hablar, volver", o "palabra, vuelve", con
el significado de "¡Habla, nuevamente!", es decir, "vuelve en
ti" o "demuestra, hablando, que no te has ido".
¿Entre “aporcar” y “volver”,
hay alguna relación? En cuanto al tema de que estoy tratando aquí, sí: la idea
de “dar vuelta”. Aporcar es remover la tierra, “darle vuelta” para con
ella cubrir la parte baja de los tallos, dándoles soporte a las plantas. “Pachacuti”
(nombre del noveno Inca) es sinónimo de “el que vuelca o remueve la tierra”.
Cutipar es, esencialmente, eso: volcar o remover la tierra. Y, como sabemos, a
Pachacuti o Pachacútec, por extensión o derivación (o simbólicamente) se le
conoce como el “Inca de la transformación o cambio del rumbo de la
tierra”.
Cutipar, pues, proviene del que es el
segundo elemento de la palabra compuesta Pachacuti. No es culli, sino
palabra de origen netamente quechua.
En muchos pueblos de la selva
peruana es muy común el uso del verbo cutipar (pero con otro
significado), como sinónimo de contagiar, pero en el sentido de “pasar las
características físicas o conductuales de un animal a una persona”. La señora
Sara Pisco Manihuari -de Alto Amazonas-, a quién consulté, refiere que eso
ocurre especialmente con las mujeres embarazadas: si toca a un oso perezoso
-también conocido como “pelejo”- o si se burla de él, las nefastas
consecuencias pueden darse en la criatura que lleva en su vientre: “el niño ha
sido cutipado”, dicen); y también (según información que aparece en la
Web) para referirse a los conjuros que, como venganza, los chamanes “realizan
para devolver un daño o mal, a quien intenta producirlo”. Como se ve, incluso en
estos usos del vocablo de marras, hay algo que es común: la idea de cambio o
transformación, de “dar vuelta”.
¿FRASES EN LENGUA CULLI?
Bien. Un dato interesante que
nos da Lucho Flores, en el ensayo al que hice referencia al principio, es que
Manuel Flores Reyna cita lo que sería la primera frase en lengua culli conocida
en nuestros tiempos: qui amberto gauallpe, con el significado en
castellano de "quiero comer gallina". En la lista de voces culli
elaborada por el presbítero pallasquino Teodoro Meléndez Gonzales[4] -y
que el estudioso francés Paul Rivet cita en la publicación antes referida-,
efectivamente, aparece la frase (transcribo textualmente) "Ki amberto
gual'pe"[5]
como sinónimo de "Je veux manger de la poule" (o sea: “quiero comer
pollo” –o, en fin, gallina-). Al respecto, conviene hacer
una precisión: “gual’pe” o "gauallpe" no es otra cosa que la palabra
"guallpa" (obviamente alterada), que significa "gallina",
pero en quechua. Qui amberto gauallpe no es, pues, una frase en lengua culli. Quedaría “Ki
amberto”, aparentemente con el significado de “quiero comer”.[6] Pues,
debo agregar lo siguiente: El vocablo “amberto”, al menos fonéticamente, me
parece ajena a cualquier lengua andina; tiene más familiaridad con el
castellano. ¿”Ki” significaría: "quiero" o "comer"? Es
bueno saber, además, que existen otras dos voces recogidas a las que se les ha
atribuido el significado de "comer", en castellano: una, recogida por
el cura pallasquino, “huico”, y la que aparece en el listado del obispo Martínez
Compañón, “miu”.
Es decir, ¿sería posible que existan tres vocablos para expresar el verbo
“comer”, en una sola lengua, digamos “incontaminada”? Es, me parece -por decir
lo menos- dudoso. Yo, pues, me atrevería a descartar definitivamente la
expresión “Ki amberto gual’pe” como proveniente de la lengua culle. Quedarían
–definitivamente- dos, huico y miu,
con el significado de “comer”. ¿Ambas corresponden a la lengua culli? Una
respuesta, a estas alturas, es imposible que sea rigurosa y fácil de comprobar.
Lo indiscutible -estoy convencido- es que no ha sobrevivido hasta nuestros días
una sola frase en lengua culli sino, solamente, voces o palabras sueltas. Y
hasta creo que no sería aventurado afirmar que Martínez Compañón y Meléndez
Gonzales no conocieron o escucharon más que eso: solamente palabras sueltas.[7]
Ahora, respecto de la
expresión "shimi cutimi", corresponde hacer un comentario. La
primera palabra no necesita mayor explicación: en castellano significa
"habla", "boca", “lenguaje" (recuérdese Runa simi);
"cutimi" es "volver" -también en quechua-, con la única
particularidad que se manifiesta en lo que sería una caprichosa modificación de
la desinencia (debido tal vez al hecho de que quien lo usó no era precisamente
un quechuahablante). Como hemos visto, González Holguín registra la forma
"cutimuy" ("boluer acá el que fue"); Gary Parker
cita "kutimunki" ("regresarás acá") y Gerald Taylor,
"kutiy, tikramuy". En Gramática
Quechua de Segundo Francisco Lema Guanolema (Ecuador), encontramos
"cutin cutimpish" ("una y otra vez"). Es decir,
aunque no es -probablemente- una pronunciación o escritura
"correcta", lo cierto es que "cutimi" tiene un innegable
significado vinculado a "volver", y "shimi cutimi" no sería
otra cosa, pues, que -como ya lo dije- "habla volver", o tal vez
"que vuelva el habla"; en otras palabras, "¡vuelve a la
vida!", "recupérate" (una invocación mágica, pues). Pero,
insisto, en quechua y no en lengua culli. Según Alvarado y Quiroz, en el Callejón de Huaylas ciertas secuencias,
como /uy/, se monoptongan, como, por ejemplo, /micuy/ (“comer”) que se
convierte en /mikii/, lo que explicaría la transformación de /cutimuy/ (“volver”)
en /cutimi/.
No hay razones, pues, para asegurar que
existe frase alguna en lengua culli de que podamos dar cuenta en estos días; ni menos que – a manera de
restauradores de arte- podamos reconstruirlas (ni menos construirlas), pues
carecemos de los recursos pertinentes y no existen los elementos lingüísticos
indispensables. El estudioso Flores Reyna se equivoca, pues. Del culli, repito,
únicamente han sobrevivido palabras sueltas (no muchas, en realidad) con las
cuales –como en efecto se hace- se puede construir frases, pero atándolas a
otros elementos del idioma español, y no en su propia lengua. Entonces, pues
(lo digo en broma, por si acaso) que nadie nos venga a ofrecer gato por liebre.
¿DIMINUTIVOS DE LA LENGUA CULLI?
Una cosa importante: ¿podemos hablar de diminutivos
en lengua culli? Mi respuesta es enfática: no. Quiero decir: no los conocemos. A continuación, mi explicación.
El fonema sibilante palatal /š/, que, como dije
antes, según algunos estudiosos sería herencia o rezago de la lengua culli, es
tan común en el castellano pallasquino y, en general, en el castellano de la
sierra norte del Perú y sirve especialmente para la construcción de diminutivos
e hipocorísticos y, además, al quechua ancashino le da una bella entonación
afectiva. Sin embargo, no está comprobado que se trate realmente de un elemento
o característica de un diminutivo culli sino, simplemente, de un sonido (un
fonema) con el cual -unas veces usado como prefijo y en algunos casos, como
infijo-, sabe Dios desde cuándo, nuestros pueblos han construido sus muy
particulares diminutivos, como contraposición a los aumentativos “azo”, “aza”,
y también sus hipocorísticos (expresiones afectivas). Como ya se vio, de la
lengua culli apenas se conoce un número no cuantioso de voces: verbos, como miu
= comer, y sustantivos como guro = palo, y ni una sola frase. ¿Sabemos,
por ventura, si a alguna de esas voces, como las mencionadas, se le ha podido
adosar, con función diminutiva, el sufijo ya referido? No. Desconocemos cómo se
construían las frases y tampoco sabemos, pues, cómo se formaban los diminutivos
en lengua culli.[8]
La verdad es, por ello, que no podemos hablar de
“diminutivos culli”. Lo que sí, en rigor, podemos decir, es que con el morfema
–ash- (de “asho” o “asha”) se han formado diminutivos –muy particulares- pero
del castellano pallasquino y, en general, del castellano del norte peruano,
como “gringasho”, “cholasho”, niñasha”; y también, repito, hipocorísticos como
“Shesha”, “Shanti”, “Roshita”. Repito: diminutivos e hipocorísticos del
castellano pallasquino y, en general, del norte peruano, mas no de la lengua
culli.
LOS “CONTRABANDOS”
Ahora, en cuanto a las
recopilaciones que se han hecho "de voces" de la lengua culli (y
también de otras lenguas -el jaqaru, por ejemplo, en la sierra de Lima-) hay
que tener mucho cuidado: se producen lo que yo llamo garrafales contrabandos.
Por alguna parte, por ejemplo, he visto que incluyen como si fuera culli el
sustantivo "tishne", incluso "zarzaganeta"; y, según tengo
entendido, en la recopilación de Flores Reyna, también se ha considerado como
de origen culli el adjetivo "cutulo". Explico: "Tishne" es
el tizne (la mancha de hollín); zarzaganeta (de "zarzagán) es el cierzo o
viento frío de la madrugada. Y "cutulo", de origen nahua, es
simplemente cuto (rabón: con cola corta), voz que, como en el caso de
"zarzaganeta", no es más que la alteración, en la parte final, de la
palabra de origen. No pertenecen al culli ni al quechua. Una de las
recopilaciones aludidas corresponde a una investigación hecha por el
Departamento de Humanidades de una muy conocida Universidad nacional[9];
lo que demuestra, pues, que la ligereza o falta de seriedad, también se dan en
nuestros centros académicos de nivel superior, cosa lamentable, por cierto. En
fin.
¿VOCABLOS CULLI EN LA POESÍA
VALLEJIANA?
Son cuatro las palabras, a las que siempre se alude como originarias de lenguas nativas, empleadas por César Vallejo en su poesía. Tenemos: Irichugo[10],
Tayanga[11],
poña[12]
y tahuashando[13].
Las tres primeras citadas corresponderían a la lengua culli: Irichugo
y Tayanga son topónimos (un paraje cercano a Santiago de Chuco y un
centro poblado en la provincia de Sánchez Carrión, respectivamente) y poña es
el nombre de una paja menuda o pelusa de algunos vegetales.[14] Pero es tahuashando,
obviamente un gerundio, lo que ha generado intriga y más de una hipótesis con
pretensión hermenéutica. Contiene, en la desinencia, el fonema sibilante
palatal /š/, común en el castellano del norte peruano (a partir de Pallasca)
que –como vimos- sería herencia o rezago de la antigua lengua culli, pero su
raíz podría corresponder al quechua (tahua: cuatro). Asumir
–considerando lo dicho: que “tahua” significa “cuatro”- una teoría certera
acerca de lo que quiso expresar nuestro poeta con el uso de esa forma verbal
resultaría, simple y llanamente, imposible (pues, por ejemplo, sería ridículo y
descabellado traducir la expresión como “cuatreando”). El lingüista Ibico Rojas
aventura dos posibles hipótesis: 1: Una que tiene que ver, antes que con
lucubraciones etimológicas, con una interpretación basada en el sentido común.
Según la última estrofa del poema, “Llueve… llueve… Sustancia el aguacero”,
mientras los viejos alcanfores, vestidos “con sus ponchos de hielo y sin sombrero”,
están “tahuashando en el sendero”. Esto nos hace pensar que el poeta
quiso decir que, como ancianos, los árboles –mientras velan en el sendero-
están “tiritando” o “temblando”, obviamente debido al frío. 2: Que tahuashando
sería sinónimo de “encorvando”, “flexionando” o “curvando”, en actitud
reverencial (“alcanfores que velan tahuashando”), es decir: doblando la espalda[15];
y que el componente //huasha// podría ser un lexema culli. Sin embargo,
hay que tener en cuenta dos cosas: primero, que “huasha” es un vocablo de
origen quechua que significa espalda; segundo, que, si quisiéramos aceptar como
razonable la alusión a “encorvando”, tendríamos que reconocer que lo correcto
habría sido que en el poema el gerundio apareciese en forma reflexiva: tahuashándose,
o sea, encorvándose. Sea como fuere, lo cierto es que el misterioso vocablo
usado por Vallejo nada tiene que ver con la lengua culli.
De lo que yo sí estoy seguro
es de que lo que nuestro poeta universal quiso hacer e hizo, fue dar
rienda suelta a su libertad creadora y, sin más ni más, inventó un bello y
desconcertante neologismo –tahuashando-, como poco tiempo después hizo
con Trilce, palabra que también, hasta ahora, sigue poniendo de vuelta y
media a más de medio mundo que se esfuerza por encontrarle un
significado, a pesar de que el mismo poeta se encargó de decir, enfáticamente,
que no quería decir nada. En fin, cosas de la hermenéutica, ¿verdad?
[1] El culli se habría hablado desde el
siglo V a. C. Hay quienes presumen que pudo haberse hablado, también, en departamentos como Huánuco, Pasco y hasta en Lima. Pero se trata de eso, solo de presunciones.
[2] María del Carmen Cuba
hace referencia al Libro E del Archivo Parroquial de Cabana, del cual el
sacerdote Guillermo Álvarez Aranda extrajo información que habla de los severos
castigos “que los sacerdotes daban a los nativos cuando estos intentaban
practicar sus ritos religiosos o hablar el culle: a los que hablaran esta
lengua se les castigaría con cincuenta azotes”.
[3] El sonido “sh” (she,
crash), se representa con el símbolo [ʃ]. El sonido “ch” (check, church),
se representa con el símbolo [tʃ].
[4] Hasta ahora sigo convencido de que así -Teodoro Meléndez Gonzales- es como se llamó realmente. Es lo que escuché a mi abuela Alejandrina cuando se refería a él: ella lo conoció personalmente, ya que eran familiares. Así como González Prada hacía ("Manuel G. Prada"), el cura pallasquino también firmaba de este modo: Teodoro M. Gonzales.
[5] Paul Rivet: Las
Lenguas de la Antigua Diócesis de Trujillo, 1949.
[6] ¿“Ki amberto gual’pe”
no habría sido, tal vez, una caprichosa o arbitraria manera de decir algo como:
“Qué hambre de comer gallina”? Me aventuro a creer que sí. Definitivamente, de
lo que estoy convencido –mientras no se me demuestre lo contrario- es que, dejando
de lado el misterioso vocablo “ki”, la expresión “amberto gual’pe”, recogida
por el cura Meléndez, nada tiene que ver con la lengua culli.
[7] A pesar de lo
afirmado por Paul Rivet (que la lengua culli se habría hablado incluso hasta la
década de 1940) y de la referencia dada por el profesor Alipio Villavicencio
(que la última persona que habló esta lengua fue “la viejita Ishpe”), yo me
atrevería a formular esta interrogante: ¿Cuando los dos religiosos mencionados
(Martínez Compañón y Meléndez Gonzales, en distinta época, naturalmente)
recogieron las voces culli que conocemos, habría habido personas que realmente
hablaban esa lengua (es decir, que construían frases, que conversaban en
culli), o es que solo usaban palabras sueltas combinadas con el castellano? Yo
dudo. (Rivet escribió que cuando el cura Meléndez recogió las voces culli, “hacia 1915, de la boca de un anciano
(…) en esta época el idioma estaba en vías de desaparición”). González
Holguin, en su Vocabulario nos da a conocer no solo palabras del quechua, sino
también frases, obviamente porque las escuchó; por ejemplo: “Infundir inspirando. Çamaycuni. Diosmi alli yuyay cunacta
çamaycu huanchic raciantapas ycnapay nintapas, çupayri huateccaynintapas,
camaycun. Dios nos inspira buenos pensamientos, gracia y auxilio y el
demonio inspira tentaciones.” ¿No pudieron haber hecho algo similar Martínez
Compañón y Meléndez Gonzales? Mi sospecha es que ellos solo habrían escuchado
palabras sueltas, porque el culli, como sistema lingüístico organizado, es
posible que ya no existiera entonces, y por lo tanto nadie hubiera estado en
condiciones de expresar frase alguna.
[8] Palo, en culli es guro. ¿Podríamos asumir
que “gurosh” o “gurosho”, son sus diminutivos en lengua culli? Nada hay que
sustente tal cosa. En castellano pallasquino sí es posible expresar en
diminutivo el sustantivo “palo”: “palasho”.
[9] La referida relación de palabras “culli”, la pude
leer en la Web, hasta enero del 2018 (que fue cuando publiqué por primera vez,
en mi blog, este ensayo). Ha sido retirada.
[10] “… Hoz al hombro
calmoso / acre el gesto brioso / va un joven labrador a Irichugo…”:
(Mayo: Los heraldos negros).
[11] “… Y al sonar una caja de Tayanga, / como
iniciando un huaino azul, remanga / sus pantorrillas de azafrán la Aurora.”
(Terceto Autóctono: Los heraldos negros).
[12] “… El placer de esperar en zapatillas, / de esperar
encogido tras de un verso, / de esperar con pujanza y mala poña…”
(Guitarra: Poemas humanos)
[13] “… Llueve… llueve… Sustancia el aguacero, /
reduciéndolo a fúnebres olores, / el humor de los viejos alcanfores / que velan
tahuashando en el sendero / con sus ponchos de hielo y sin sombrero,”
(Hojas de ébano: Los heraldos negros).
[14] También están: Mansiche (topónimo probablemente proveniente de la lengua quingnam); y los vocablos de origen quechua yaraví, incaico, cuy y cóndor.
15] Rojas refiere que un alumno suyo, de la Universidad
Nacional de Trujillo, nacido en Santiago de chuco, le contó que nunca había
escuchado la expresión #taguash#, pero sí una frase como esta:
“Tahuashón ta el Shesha”, y que #taguasha# significa “encorvado” y #taguashón#,
“muy encorvado”. No quisiera poner en duda tal referencia, pero creo estar
convencido de que no fue “tahuashón” lo que el estudiante dijo como sinónimo de
“muy encorvado”, sino simplemente “huashón” que es como se le llama
familiarmente (en Pallasca, en Huamachuco y también en Santiago
de Chuco) al varón, que sin ser precisamente, jorobado, tiene la espalda
encorvada. La frase bien pudo haber sido esta: “Tan huashón ta el Shesha” (o
sea: “Muy huashón está el César”).
* La fotografía del presbítero Teodoro Meléndez Gonzales pertenece a la valiosa colección de David Rubio Bazán, a quien agradezco.
***
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8.
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Vallejo, César. Poemas humanos (1923 – 1938). Les éditions des
presses modernes au Palais-Royal, Paris, 1939.
-----------------. Poemas completos. Ediciones COPÉ, Lima, 1998.