Una palabra como agua
de azahar
nos hace falta en
estos días de dudas y temores.
Aunque sea una
palabrota, dije.
En estos días en que
alejarse es,
al mismo tiempo,
la más cruel y dulce
expresión de los buenos sentimientos.
Hoy, cuando al sentir
la piel,
una caricia,
una respiración
cercana,
puedes, ¡saz!, oír el
anuncio de la aparatosa y dolorosa despedida.
Hoy, cuando a pesar
de no verte,
siento, sin embargo,
en mi pecho tu sonrisa
como el consuelo de
buenas nuevas
anunciadas por un
gorjeo de aves silvestres.
Cuando las noticias
nos traen, como siempre,
anuncios de infamia y
de mala fe.
Y conspiraciones
miserables.
Ahora,
cuando más de un
amigo,
un vecino,
un desconocido
(que son tu propia
sangre e imagen),
en medio de ahogos y
dolores e impotencia,
termina exhalando el
último suspiro
y es enterrado como
un deshecho como quien es
expulsado del mundo
por despreciable,
sin un beso de
despedida,
sin una mirada de
condolencia.
Hoy.
Hoy quiero pedirte
una cosa:
¡Sobrevive, por favor!,
con el estímulo nunca
traicionado que te da Dios.
Y contágianos
esperanza con tu sonrisa de fe.
Y anúncianos
amaneceres más frescos,
días menos borrosos,
primaveras. La
resurrección de los sueños.
La nueva vida que
estamos por perder
y que no queremos que
se pierda.
Danos la luz en este
túnel
para emerger, mañana,
como agua de
manantial y resplandor
Y regar los desiertos
que han ido formándose
no en el suelo sino
en las almas desalmadas que siguen siendo.
Danos el equilibrio
en este camino angosto
que apenas nos separa
del precipicio.
Dinos que nada es
mentira
y que la verdad, a pesar de su rudeza,
será nuestro bálsamo
para despertar en el
nuevo calendario, sin pesadillas
ni temores.
Abrazados, por siempre.
Y con nuestros
corazones entreverados.
© Bernardo Rafael Álvarez
16/02/2021 - 20:21 Hrs.