lunes, 1 de mayo de 2017

SI NO DE CARNE, DE POESÍA (mi homenaje a Violeta Carnero, madre de Rosina)*




Sé quién es pero no la conozco personalmente. Estuvo casada con un poeta a cuya memoria se encuentra atada. Sé que ambos, arrastrando a sus hijos, pasaron una dura temporada en México, empujados por la intolerancia y la cobardía (las dictaduras jamás han sido valientes) de un gobierno idiota y también, cómo no, por la bella testarudez de sus sueños. Soñaron con la inacabable alegría del pueblo. Tres fueron los hijos varones que procrearon, me sé sus nombres: Gustavo, Xavier, Marcel. Y una hembrita. Eso sé y algunas cosas más, pocas. Cómo me habría gustado, en verdad, haberla conocido de cerca y estar ahora conversando con ella: que me cuente, por ejemplo, cómo vive un poeta en el exilio: esa experiencia de la que hemos escuchado, por cultura general, pero no vivido y que, seguramente, no podríamos soportar (escritorcitos con aire acondicionado y yogurt, en Word y configuración A-4). Qué le habría dicho: que tiene una hija maravillosa, cálida, a quien queremos mucho, y más, muchas cosas más. Pero tal vez nunca la llegue a ver (cruel es la ciudad con sus circunstancias y alcantarillas). Claro. Pero qué digo: si aquí la veo y puedo mirarla cuando me da la gana, con estos ojos que han de comerse los gusanos y con los ojos del alma y del corazón. Véanla, aquí está. En esta Carta..., del 19 de noviembre, escrita por Gustavo, su marido comunista. Si no de carne, ¡de poesía! Plena. Es Violeta, la madre de Rosina, la Rochi. Siempre. En Ciudad de México. En Lima. En las venas de nuestro pueblo y en los latidos de la esperanza: estrella y mar, rio inacabable... 

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Texto publicado por primera vez en mi antiguo blog Bitácora Extraviada, en enero del 2007.