miércoles, 9 de septiembre de 2020

¿"PALEANDO EL TEMPORAL"?

 

Hoy, toda la tarde, me costó duro trabajo identificar al autor de un muy simpático e interesante estudio acerca de la vida y obra de Juan de Arona, publicado en 1867, y que tengo en mi biblioteca. Es que no aparece allí su nombre sino únicamente sus iniciales, pero no en letras comunes y corrientes, sino -¡asu, madrina!- en esas horrorosas góticas que más parecen los ideogramas chinos en los Cantos de Pound. ¡Y yo, que con las justas puedo leer las caligrafías elegantísimas del "Mosaico"! Solo tres letras en la tapa del breve volumen, solo tres letras. 


Busqué ese tipo de grafías en Internet e hice las comparaciones, y creí que ya solo me faltaba una nadita (así se dice en Pallasca, por si acaso) para descubrir lo que buscaba: saber a cuáles del abecedario correspondían las figuritas. Nones. Naca la pirinaca. Incluso pregunté a algunos amigos, a ver si podían ayudarme: nada, estaban más perdidos que yo. No faltó uno, recontra lúcido, que, rotundo y sin ganas de tolerar contradicciones (o sea, más terco que yo), llegó a decirme, casi textualmente, lo siguiente: "Lo que dice es esto: 'Estudios Literarios por E. L. A.'; o sea (explicando las iniciales): 'Estudios Literarios por Estudios Literarios Arona'. Todo está clarito", remató. Clarito. ¡Ay, caracho! ¡Dame paciencia, Jehová, Dios de los ejércitos!

Ante tal barrabasada no me quedó más que volver a Internet, pero no para seguir con la estrafalaria odisea de las letras góticas, sino para averiguar si aparecía, el texto que me inquietaba, en la Web. Tras zambullirme repetidamente en este océano virtual, encontré algo ya bastante alentador. Puse en el buscador: "estudios sobre juan de arona", y ya, casi, casi, se me aparece la Virgen; pero no: solo era una falsa alarma. Lo que encontré: "Controvertida valía de Juan de Arona", en un blog, en que lo único rescatable fue esto que se dice ahí: que el autor del Diccionario de Peruanismos, durante su juventud, ingresó a la diplomacia porque necesitaba "palear el temporal y cubrir sus necesidades y las de su prole"; o sea, ¿remover las situaciones económicamente difíciles, como quien remueve tierra con una pala, o tal vez agarrarle a palazos al temporal? Bondadoso, cómo no, le envié un mensaje al autor del ensayo aconsejándole que sustituyese aquel verbo por "paliar"). 

Lo que hice seguidamente fue poner más específicamente así, en Google: "estudios literarios sobre juan de arona": y ahora, sí, el éxito estaba a la vuelta de la esquina: "Estudios Literarios por E. L. U." que, aunque apenas venía atado a una brevísima e insuficiente información bibliográfica, ya me había resuelto la primera cuestión: saber qué letras eran esas letras que yo no entendía. Ya tenía, pues, prácticamente cruzado, a brazada limpia y con estilo mariposa, el canal de La Mancha. 

Lo último que hice, ya a punto de llegar a la orilla, fue copiar, como corresponde, sin comas ni tildes el primer párrafo completo -apenas un par de líneas- del inquietante texto: "entre los pocos ingeniosos que con más o menos éxito cultivan las bellas letras en el peru figura el joven juan de arona". (Ya, ya, está bien, no me reprochen; es cierto: eso es lo que debí haber hecho desde el principio).


¡Resuelto! El autor a la vista: Eugenio Larrabure Unanue. ¿Por qué mi tan vehemente interés? Pues, porque -al leerlo- pude advertir que entonces -año 1867- había al menos alguien, a diferencia de tanto "purista" y discriminador lingüístico de estos días, que ya ponía de manifiesto no solo una respetable lucidez en asuntos filológicos sino que, sobre todo, tenía la valentía de decir que era una virtud y no motivo de reprobación, en literatura, en poesía, el empleo de vocablos no incluidos en el Diccionario oficial, y que las nuevas expresiones nacidas entre la gente común y corriente no dañan al idioma sino, más bien, lo enriquecen, pues "el pueblo es quien forma las lenguas"; es decir, que el uso manda, pues. Ese alguien fue, repito, Eugenio Larrabure Unanue, nieto de don Hipólito, el grande prócer peruano. 

Por eso, solo por eso, hoy martes (del "ni te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes")[1] me embarqué en esta aventura medio "odisiaca" y "cuarenténica" (¿están bien esas adjetivaciones?) que me ha hecho bien, mucho bien. 

¡Un abrazo, amigos! Cuídense mucho.



[1] Este texto fue escrito el martes 26 de mayo de este año.