Hace más de veinte años, Hernando de Soto, ante
un desconcertado Denys
Vargas Marin dijo, respecto de Mario Vargas Llosa, que era "un hijo'e puta". El entrevistador, sudoroso y experimentando eso que muchos llaman “vergüenza ajena”, trataba de hacerle retroceder sin poder expresar palabra alguna, esperaba que su interlocutor "se corrigiese", pero no pudo: el economista –terco como una mula- repitió la expresión y volvió a decirla "en buen peruano" (según explicó). Nunca se disculpó. Como quien busca quedar bien con alguien, lo que hizo fue afirmar que no se le había entendido bien: que lo que dijo no fue "hijo de puta", sino "hijo'e puta", creyendo que, a diferencia de la expresión anterior, es digamos menos "lesiva". No se disculpó, y tampoco dijo que estuviera arrepentido. Años después, ante una pregunta que le hizo la revista Caretas, afirmó que expresarse tal como se expresó del escritor había sido “absolutamente necesario en ese momento para que no me siguiera fastidiando”; pero agregó que eso ya era “cosa del pasado” y que ahora había que tomarlo simplemente como "pleito de arequipeños y nada más”. Hasta donde yo recuerdo, prácticamente nadie, en el tendido, se “arañó”; muchos aplaudieron y otros, sueltos de huesos, hasta lo tomaron a la broma, y siguen tomándolo así: en Internet, por ejemplo, hay una página (del 2012) en la que se puede leer un saludo para el escritor en el que lo califican como “el más ilustre hijo de puta que tiene el Perú”.
Vargas Marin dijo, respecto de Mario Vargas Llosa, que era "un hijo'e puta". El entrevistador, sudoroso y experimentando eso que muchos llaman “vergüenza ajena”, trataba de hacerle retroceder sin poder expresar palabra alguna, esperaba que su interlocutor "se corrigiese", pero no pudo: el economista –terco como una mula- repitió la expresión y volvió a decirla "en buen peruano" (según explicó). Nunca se disculpó. Como quien busca quedar bien con alguien, lo que hizo fue afirmar que no se le había entendido bien: que lo que dijo no fue "hijo de puta", sino "hijo'e puta", creyendo que, a diferencia de la expresión anterior, es digamos menos "lesiva". No se disculpó, y tampoco dijo que estuviera arrepentido. Años después, ante una pregunta que le hizo la revista Caretas, afirmó que expresarse tal como se expresó del escritor había sido “absolutamente necesario en ese momento para que no me siguiera fastidiando”; pero agregó que eso ya era “cosa del pasado” y que ahora había que tomarlo simplemente como "pleito de arequipeños y nada más”. Hasta donde yo recuerdo, prácticamente nadie, en el tendido, se “arañó”; muchos aplaudieron y otros, sueltos de huesos, hasta lo tomaron a la broma, y siguen tomándolo así: en Internet, por ejemplo, hay una página (del 2012) en la que se puede leer un saludo para el escritor en el que lo califican como “el más ilustre hijo de puta que tiene el Perú”.
Ahora, fresquito nomás, ha ocurrido algo digamos similar. El candidato presidencial Pedro Pablo Kuczynski, obviamente abrumado por el inesperado repunte de una de sus jóvenes contendoras, aludiendo a ella, ha dicho, no en buen sino en mal peruano, que es una "media roja" que "nunca ha hecho nada en su perra vida". Como era de esperarse, la indignación ha saltado como empujada por un resorte de broma (de esos de las “cajas mágicas”). El candidato e inconvenientemente deslenguado, se ha disculpado por esa frase que, según dice, "puede ser mal interpretada"; pero, claro, lo cierto es que, como reza el dicho, "piedra y palabra suelta no tienen vuelta".
Decir “eres un hijo de puta” (o “hijo’e puta”) es, en el uso ya casi cotidiano, equivalente a “eres una mierda”, “un desgraciado”; nada tiene que ver con un agravio a la progenitora del interlocutor (¿no han escuchado aquella lenitiva frase que dice: “Tu madre es una santa, pero el hijo de puta eres tú”?).
Lo de “perra vida” sí, creo, merece otra explicación. “Perra
vida” es una expresión que significa, digamos, “vida miserable”, “vida de
sufrimientos”. No es ni directa ni indirectamente una alusión a la condición
moral de la persona; en otras palabras (y para no entrar en rodeos), el término
“perra” no es, aquí, sinónimo de “puta”. Pero, al menos en el Perú, el uso que
se le da a la expresión “perra vida”, casi siempre es en “buena onda”; no trae
consigo una carga de odio, de insulto, de daño. Se la dice siempre en tono de
broma. Y por ello es que nunca causa malestar. Y, es más, la frecuencia mayor
de su uso tiene que ver con el mismo sujeto que la emplea y, así, suele
decirse, por ejemplo: “Yo esto nunca lo he escuchado en mi perra vida”. Pero,
la verdad, la verdad, el señor Pedro Pablo Kuczynski que,
dicho sea de paso, ya muy repetidamente pierde los papeles (“¡No, no, no,
nooooo!”; “¡Usted es un ignorante!”…), cuando aludió a Verónika Mendoza con
aquello de “media roja” (que literalmente significa “calcetín rojo”, ya que
donde debió ir un adverbio el candidato deslenguado puso un adjetivo 😊),
la verdad, repito, es que la malhadada expresión no la dijo en “buena
onda” sino con un propósito exageradamente perverso: lo dijo con violencia, con
rabia, con mala fe. Quiso decir más de lo que la frase, literalmente dice.
Las palabras en sí mismas no son ni buenas ni malas, carecen de miel y tampoco tienen veneno; es el ánimo, la voluntad, la intención de quien las usa, lo que les añade la carga positiva o negativa. El gringo de siete suelas, mal aconsejado por la fiebre electoral, usó ANFO y cicuta. Repudiable, mil veces repudiable. Digamos que es repudiable, mil cincuenta y cinco veces repudiable.
Las palabras en sí mismas no son ni buenas ni malas, carecen de miel y tampoco tienen veneno; es el ánimo, la voluntad, la intención de quien las usa, lo que les añade la carga positiva o negativa. El gringo de siete suelas, mal aconsejado por la fiebre electoral, usó ANFO y cicuta. Repudiable, mil veces repudiable. Digamos que es repudiable, mil cincuenta y cinco veces repudiable.
Pero, si algo como agua de azahar hiciera falta
como recomendación, como dice mi sobrino Percy yo me atrevería a decir esto: “Tranquilidad,
tranquilidad”; y agregaría lo que solían decir las abuelitas: “las cosas hay
que tomarlas como de quien viene”. Es desborde comprensible, en el fragor de
la contienda. Y punto.