Hace un par de días volví a poner
en mi “muro” del Facebook estos comentarios que unas semanas antes había dado a
conocer a través del mismo medio:
“UNIÓN CIVIL. He escuchado que el Defensor del Pueblo y algunas otras personas entendidas afirman que temas como este de la unión civil entre personas del mismo sexo no puede ser sometido a referéndum. Con todo respeto, debo decir que el señor Vega y quienes coinciden con él están equivocados. Este tema sí puede ser sometido a referéndum, claro, si es que se cumplen los requisitos correspondientes (básicamente la adhesión de un número de ciudadanos equivalente al 10% de la población electoral). Me explico. Puede ser sometido a referéndum porque lo permite el Artículo 32º, Inc. 2, de la Constitución Política ("aprobación de normas con rango de ley"). Pero, insisto, aunque legalmente es posible hacerlo, creo que no debe hacerse, porque sería injusto y, digamos, inmoral. El derecho a la igualdad de las personas no puede ser sometido a consulta, porque hacerlo sería absurdo, primitivo y estúpido. La propuesta (tan discutida y rechazada por algunas personas e instituciones) de la llamada unión civil es dable y válida, y apunta al fortalecimiento y realización plena de uno de los más vulnerados derechos de los seres humanos: la igualdad ante la ley. Dicen (qué idea más descabellada) que pondría en riesgo a la familia. No, señores. El respeto a los derechos humanos de todos (la igualdad es uno de ellos) contribuye al fortalecimiento de las instituciones y, sobre todo, le hace bien a la humanidad.”
Esto también escribí hace algunas
semanas cuando vi en La República una nota sobre la declaración de un grupo de
obispos: "OBISPOS EN CONTRA DE LA UNION CIVIL.-"En un extenso
comunicado, los obispos peruanos señalaron que la propuesta, presentado por el
parlamentario Carlos Bruce y que esta semana se discutirá en el Congreso, es
“contraría al orden natural y distorsiona la verdadera identidad de la
familia”. No, señores purpurados. La llamada "unión civil" no atenta
contra nada; al contrario: favorece la consolidación de los derechos, el justo
reconocimiento a las minorías, y en nada distorsiona la identidad de la
familia. Lo que va contra el orden natural son los crímenes contra la vida y la
integridad física y moral: el aborto, la pedofilia. Ustedes, como todo el
mundo, tienen derecho a opinar y a que sus opiniones puedan ser (como en este
caso) distintas y contrarias a las de otras personas o instituciones, y tienen,
además, derecho de emitir pronunciamientos en cualquier sentido, lo cual es
legítimo (y nada tiene que ver con el tema del laicismo en el Estado o cosa
parecida). Pero en estas cosas, que son de carácter estrictamente legal, lo que
importa finalmente es lo que los órganos correspondientes puedan decidir (el
Poder Legislativo, por ejemplo) y ni siquiera hace falta (porque, a pesar de
que formalmente es posible hacerlo, sería moralmente absurdo) que el proyecto de
ley sea sometido a referéndum. De lo que se trata es de hacer el esfuerzo de
mirar las cosas con amplitud de criterio, con mente abierta, sin sentimientos
de vergüenza o de culpa que son malos consejeros. De aprobarse en nuestro país
eventualmente la propuesta de "unión civil" o si en el futuro llegara
a darse, como en algunos otros países, el "matrimonio gay", no nos
escandalicemos, no nos rasguemos las vestiduras o sotanas; la moral no se
envilecerá, solo seremos testigos de que habrá sobre la tierra más personas
felices. Nada más."
Un amigo mío intervino con este
breve comentario:
“Después de eso, van a querer
adoptar niños, quizá, si son niños los que adoptan, los conviertan en niñas o
viceversa, existen casos. De todas formas a mí no me importa ni mi
heterosexualidad.”
Y luego otro, con más extensión:
“Para salvar cualquier posible
escollo frente a la "igualdad", en nuestra legislación civil, existen
los contratos innominados; quien quiera estar unido a otro del mismo sexo puede
celebrar el contrato que quiera y poner en él las cláusulas que más le
o les convengan; quieren seguridad social que se la paguen, quieren
heredar que lo hagan en un testamento o que donen o vendan, quieren tener hijos
que lo intenten a ver si pueden, pero para ello no es necesaria una ley que
equipare esas prácticas difíciles de aceptar; pero no, enarbolando la hipócrita
bandera de la defensa de dizque ciertos derechos se siga el mal ejemplo de
sociedades en donde hay que estar con el último grito de la moda en dizque "derechos
humanos", Esos obispos sí que son valientes.”
Enseguida respondí:
No se trata de "esas prácticas
difíciles de aceptar". Este concepto es una aberración que,
lamentablemente, muchos obispos aún siguen agitando como bandera homofóbica
(felizmente el papa Francisco, no). Los derechos reclamados por las minorías
(como esta, la de los gays, lesbianas y bisexuales) son exigencias hechas al
Estado, no a las "otras personas". Porque "las otras
personas", es decir, nosotros los heterosexuales, no somos los sujetos
llamados a atender o rechazar lo que ellos piden, porque simplemente no somos
los dueños absolutos de esa facultad, no somos los dueños del Estado, y porque,
más concretamente, no es que nosotros seamos los dueños del mundo y esas
minorías sean algo así como comunidades advenedizas, bárbaras, de otra especie
que, como tales, deban mantenerse, por decisión nuestra, segregados,
marginados, expatriados, escondidos como si de una peste se tratara, y
prohibidos de entrar en "nuestro mundo" y de acogerse a las leyes de
"nuestro Estado". ¿Saben una cosa?: el rechazo que estos obispos y
muchas otras personas e instituciones ejercen contra las reclamaciones de las
minorías como esta de los gays, lesbianas y bisexuales, no es muestra de
valentía; es, más bien, demostración de irracional e infundada cobardía.
Y recibí, como réplica, esta
cortante y medio intolerante reflexión:
“No hay que olvidar que no somos el
Estado ni dueños de él, pero sí somos parte del mismo; lo demás es un discurso
que ni los mismos interesados entienden; y con posiciones permisivas entiendo
que sólo se hace deleznable la moral social y por eso transitamos por los
caminos en que hoy nos encontramos, y luego vamos quejándonos de no saber por
qué hay tanta DESCOMPOSICIÓN en nuestra sociedad contemporánea. Finalmente,
para muchos, esos obispos ojalá sigan FUNDANDO su "cobardía" de
defender al género humano en sus naturales dimensiones. Punto final.”
Aunque este amigo resolvió, sin
acuerdo de por medio, ponerle “punto final” al tema, me permití agregar, a
manera de coda, lo siguiente, apenas una pregunta al aire:
¿Posiciones permisivas? Ufff!
Pero
luego apareció una noticia en que se hablaba del resultado de una encuesta hecha
acerca del tema y que, en cifras, era poco alentador. Hice este breve comentario
que, en gran medida repite lo que ya había dicho:
"Unión civil" en los ojos
de la encuesta: Pero no se trata de encuestas, creo yo. Y tampoco de
referéndum. Es legítimo que se hagan encuestas y sería legal (constitucional)
si se consultara vía referéndum. Pero me parece que no es el camino, por
inmoral. Lo que corresponde es que los órganos llamados a resolver lo hagan:
básicamente el Congreso. Derechos como el que reclaman minorías como esta de
los gays, lesbianas y bisexuales, no tienen por qué ser consultados a "los
demás" (nosotros los heterosexuales), porque nosotros no somos dueños de
la facultad de "aceptarlos" o rechazarlos; esto sería lo inmoral y
también injusto.