Hace unos días, el 30 de noviembre, puse en mi muro del Facebook lo siguiente:
¿Usted cree lo mismo, es decir, que Tilsa Lozano podría ir presa por revelar que Juan Vargas le sacó los cuernos a su esposa con ella? Yo no. Hace un rato escuché al doctor Luis Tudela decir que sí, porque, en aras de la protección del derecho a la intimidad, "ella no puede revelar que ha tenido una relación con alguien, sin autorización de esa otra persona". Y en la nota periodística que aquí inserto, el abogado Julio Rodríguez afirma que a la "Conejita de Playboy" le aguardaría tal destino porque lo dicho por ella "pondría en riesgo" a la esposa del jugador y su delito sería "difamación agravada". Veamos. Lo que dice el doctor Tudela no es cierto. La violación de la intimidad, como delito, respecto de una relación digamos "clandestina" de dos personas que se aman (como es el caso de Tilsa Lozano y el "Loco" Vargas), no la puede cometer una de esas mismas personas, sino un tercero. Veamos cómo define a este delito el Código Penal en su artículo 154°: "El que viola la intimidad de la vida personal o familiar ya sea observando, escuchando o registrando un hecho,palabra, escrito o imagen...". Ahora, si lo que la señorita Lozano cuenta es algo cierto, debo decir que lo que expresan estos reconocidos juristas se desmoronaría, sí o sí. Por lo siguiente: la difamación supone, básicamente, atribuir a una persona "un hecho, una cualidad o una conducta que pueda perjudicar su honor o reputación", y hacerlo público (Código Penal, artículo 132°). Además, respecto del derecho a la intimidad, debe tenerse en cuenta esto: la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 11º), se refiere al respeto de la honra y al reconocimiento de la dignidad, y señala que nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada. La señorita Lozano no ha hecho tal cosa. Y, además (esta es la parte chistosa) si lo que revela en sus declaraciones es la relación adulterina (mejor dicho: una "trampeada") que el popular "Loco Vargas" mantuvo con ella, es evidente que el tema nada tiene que ver con lastimar una honra. Así están las cosas, paisanos. En fin. Nunca he visto el programa de Beto Ortiz, pero ya me picó la curiosidad: hoy lo veré.
Un amigo hizo este breve comentario:
Psicosociales a la orden del día. Son realmente efectivos.
Yo contesté:
Incluso las afirmaciones de los abogados mencionados forman parte del espectáculo, lo estimulan: hablan del riesgo de cárcel (que no existe) para la chica con el objeto de alentar el morbo, la curiosidad. Eso está claro.
Después de muchas otras intervenciones, intervino otro amigo con lo siguiente:
Hay de por medio una familia, tres niños pequeños. Si a Ortiz y el canal que los promociona no les importa, sino el rating, Eso es una muestra de la moral en la que vivimos
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Yo comenté lo siguiente:
Para la señorita Lozano, por lo que se la escuchó decir, la relación que mantuvo con el señor Vargas fue una relación bella y sana, y por eso ha hablado de ella, la ha contado. El señor Vargas, según sabemos, no quiso que la señorita Lozano diese a conocer por televisión que esa relación había existido, ¿por qué?; obviamente porque para él pudo haberse tratado también de una relación bella, pero no sana, es decir, él sabía que era digamos "pecaminosa". Si al darla a conocer a todo el mundo se afecta a una familia y a unos niños, eso no es culpa ni de la señorita Lozano ni del señor Ortiz, el conductor de televisión. Es culpa de quien, sabiendo que pecaba (que le era infiel a la madre de sus tres pequeños hijos, y que corría el riesgo del "destape", tan frecuente en estos últimos tiempos), no hizo nada por dejar de pecar. Así que, como se dice popularmente, caballero nomás. Es cierto que a un canal de televisión le importa muchísimo el "rating" y que hechos como el que nos ocupa son aprovechables, aunque para nosotros resulte tal aprovechamiento una inmoralidad; puede ser cierto también que programas como el del último sábado se conviertan en "cortinas de humo" para otros intereses. Puede ser cualquier cosa, pero (salvo que se demuestre lo contrario), la relación adulterina, pecaminosa, "inmoral", es decir, la "cochinadita", ha sido protagonizada por dos personas adultas, un hombre y una mujer, y esta, la mujer -por plata, por más fama o por la razón que pudo venirle en gana- simplemente la ha dado a conocer a los cuatro vientos. Creo estar convencido de que, al iniciar sus encuentros (que han durado muchos meses) con el futbolista, este no le hizo firmar un contrato por el que ella se comprometiera a guardar reserva o secreto de lo vivido con él. Y estoy ahora sí plenamente convencido de que ni ellos ni nadie le ha pedido a los canales de televisión que desempeñen las funciones de protectores o que sean una suerte de biombo detrás del cual puedan darse, con plena garantía de privacidad, los encuentros sexuales de parejas a las que les importa un bledo los niños pequeños que puedan estar de por medio, o la aparición de "cuernos" en estructura craneana de alguna mujer engañada. Tal vez a los medios de comunicación les corresponda el deber de contribuir a que la moral social no se lastime, pero quienes no solo deben contribuir también a eso sino, sobre todo, a vivir en moral, somos nosotros, los ciudadanos de a pie, famosos o no, con plata o no, futbolistas o vedettes, lustrabotas o poetas. Y si incurrimos en falta, en pecado, en delito, caballero nomás, paisanos! Pero, ahora, en el caso concreto que nos ocupa, hay que decir finalmente una cosa: parece que ni se ha dañado a una familia, ni mucho menos el cielo se da desmoronado. La madre de los hijos del señor Vargas ha declarado que las cosas en su hogar están ahora más sólidas que nunca. El piso está, pues, parejo.