Ha llegado
a mis manos (bueno, es un decir) un nuevo libro de poemas, el de una poeta a la
que no sé o no entiendo por qué diablos más de uno -pocos o muchos, no estoy
seguro, entre machinis y hembrinis- "no soportan".
Este libro -bello y cargado de sencillez y digamos exento de mayores
preocupaciones "literarias"- tiene un título medio pesimista que
-debo ser sincero, como siempre- no me gusta. El pesimismo del título está, de
esto no cabe duda, relacionado con gran parte del contenido del libro. Habla de
un estado de malestar, de desfallecimiento, de dolor por la ausencia del ser
amado, por la soledad, por lo tormentoso que debe ser experimentar el desamor o
el recuerdo de una relación ya rota y sus avatares. Habla de eso el título o,
mejor dicho, de eso trata de hablar, pero lo hace mal; digo esto porque nada de
eso, de lo que he nombrado, tiene que ver -salvo mejor parecer- con una suerte
de "paraíso sombrío", puesto que, según tengo entendido, un paraíso a
lo que menos se asemeja es a un estado de ánimo. Pero, bueno pues, agarrémonos
de la "duda favorable" (in dubis favorabilior pars est
eligenda se dice en los foros, echando mano al latín) y admitamos el
derecho sin límites que otorgan las licencias poéticas y el libre albedrío de
quien tiene por oficio el escribir poesía.
Que sea así, porque, después de todo y a pesar de todo, no son
los títulos lo que más importa sino, desde el primero hasta el último
verso, los poemas propiamente dichos. Y, precisamente, aquí, como botón de
muestra, la última parte del que creo es el mejor poema del volumen:
"Habiendo aprendido del tiempo seguro/ nos quedaremos sin primavera y sin
invierno/ porque no se da de beber a dos/ de la misma lluvia". Aunque -es
obvio- la poeta debe tener sus razones o motivos para sufrir, lo cual trata de
transmitir a través de sus versos, también es cierto -creo yo- que lo que ha
logrado en verdad, más que un paisaje otoñal, de angustia, de sinsabores, es
mostrar un cuadro abigarrado (es decir, "ordenado" en su propio y
legítimo desorden poético) de sensaciones que desconciertan en algún modo.
Encontramos aquí prestes y alegrías, recuerdos y esperanzas, desengaños y
satisfacciones. Los poemas (casi historias propias y reflexiones universales
cada uno) hablan del yo y sus cuitas y placeres ("así calzaron mis
senos en tus en tus manos"); hablan, también, del mundo y sus
encantos ("Tus valles lisos, los relieves/ turgentes de tu paisaje/ que
recorro extasiada..."). La poeta se turba por los sinsabores que a veces
da el amor de macho y hembra ("Te miro en nuestra cama/ que ya no es la
mía..."), pero también sucumbe ante la tentación de la confesión lésbica
("Mientras saboreo tus dulces/ capullos y dibujo tu silueta...").
Hay, pues, un colorido feraz de selva y trópico -y no tinieblas ni abismos de
muerte- en este libro cuyo título -"Paraíso en sombras"- es, por
ello, no más que un sano e involuntario embuste de la poeta a la que otros no
soportan, pero de la que yo espero pueda soportar mis palabras tal vez
imprudentes. Ella es Maoli Mao. Y yo la saludo.