jueves, 10 de agosto de 2023

VOYAGER 1

(Y yo, ¡dale y dale con mi poesía!)


Acaso este poema sea 

-aunque jamás ha de llegar tan lejos- 

como aquel disco de oro (Sound of Earth

que viaja dentro de una sonda espacial -Voyager 1- lanzada en 1977 

y que lleva saludos grabados en más de cincuenta idiomas, 

incluidos el español y el quechua, 

a ver si alguna vez cae en manos de alguna remota raza

allende el espacio interestelar.

No, mi poema no llegará tan lejos. Pero 

acaso como aquella sonda, 

este poema, disparado al aire, 

se extravíe, ebrio de sentimiento, 

en el universo abismal de la indiferencia

después de estrellarse ante la sonrisa complaciente, pero forzada, 

de alguien que sin duda lo expulsará 

como papel o trapo sucio al tacho de la basura. 

Así ha de ser, estoy convencido.

Pero yo, ¡dale otra vez con mi poesía! 

Terco como una mula. 

Solo porque una mirada bella 

y desconcertante 

me atrapó con su miel de luz y mentira, y me inspiró. 

Sonrisa desconcertante, sí,

pero congelada en una fotografía, y que jamás, lo juro, 

jamás he de ver de cerca, real. 

Sonrisa de mujer, de carne y hueso, y de sentimientos;

pero no aquí, frente a mis ojos, con su respiración y su piel, 

sino al otro lado del mundo, de mi mundo,

más allá de la pantalla incitante del celular. 

Con existencia inexistente. Virtual y borrosa, 

como los sueños de amaneceres imaginados, 

pero que aun así me hace feliz, tan solo por saberla 

y poder dibujarla en mis parpadeos,

en mis latidos

y en mis desvelos.

Y no, no es extravío ni precipicio,

tampoco las radiantes, esperanzadas y vertiginosas palabras 

-Kay pachamanta niytapas maytapas rimapallasta runa simipi

que lleva aquel disco en el Voyager 1;

pero sí es mi camino en laberinto y mi tardía ebriedad.

Y tiene un nombre. Y 

aunque sé que he de resignarme

a tener solo su nombre -bendición entre pesadillas- 

me quedaré estupefacto y extraviado,

con su ausencia que me eriza y cuartea la piel

como orgasmo de ángeles. Oh culto placer,

placer oculto.

 

(Y aquí yo, sin remedio ni brújula,

¡dale y dale con mi poesía, caracho!).

***

© Bernardo Rafael Álvarez

9/6/2021


miércoles, 9 de agosto de 2023

"ARGUEDAS 58": CONFESION O DESVARÍO ONCE AÑOS ANTES DEL DIA FINAL


Un libro (o "plaqueta"; así le llaman, creo, a los volúmenes de poesía de pocas páginas) realmente muy extraño y, tal vez por ello desconcertante. Claro, quizás solo para mí, pues no soy, en realidad, un buen lector. Me refiero a Arguedas 58, de César Avalos (Kovack editores, abril 2023), conformado por tres textos, carentes de título: el primero en prosa, el segundo en verso y el tercero también en prosa. La publicación lleva este epígrafe: "¿Dónde está la patria, amigo? Ni en el corazón ni en la saliva"; extraído de El zorro de arriba y el zorro de abajo, la medio inconclusa novela póstuma (para mí la más valiosa) de José María Arguedas. Es en torno (bueno, es un decir) a este novelista que ha sido hecho el breve trabajo literario (poético, para ser más preciso) de Ávalos. 

Está compuesto con una voluntad y de una manera que, repito, a mi particularmente me desconcierta. Bueno, en alguna oportunidad lo dije, y hoy lo vuelvo a decir (pues estoy convencido): la literatura es para generar efectos estéticos que pueden ser de distinto tipo, y uno de ellos es, precisamente, el desconcierto: desconcierto por el asunto mismo, o -como en este caso- por la construcción literaria y hasta por el aspecto gramatical. El primer texto (en prosa) de Ávalos, por ejemplo, comienza así: "La noche al día anterior a su viaje José María estuvo inquieto. El mes anterior que recibió la invitación para el viaje este lo tomó de sorpresa. Al entusiasmo inicial, le siguió un declive melancólico de no se sabe qué y de no se sabe cuándo..."; y, un poco más allá, aparece esta frase: "Ese día, José María se durmió contrito y contrante...". En el escrito en verso aparece un nombre misterioso: "Vhadir sobre las aguas que reconozco como puquio..."; y esto: "Ropas aladas por el descuido / Extramadre maldice todo y me golpea...". En el tercer texto, encontramos: "Lima podía traer ventrículos de desazón...". 

Bien. Se trata de textos en los que, aparentemente, es presentado, de un modo digamos surreal y casi onírico el taita Arguedas y -sin que se marquen fronteras o líneas divisorias- también es él mismo novelista el que se expresa. Lo medio incoherente del texto (o de los textos) creo que tiene un porqué: el autor (es lo que yo sospecho, porque -reitero-: no soy un buen lector) busca transmitir, literariamente, la personalidad muy particular de un hombre notoriamente atormentado; aquel que, a pesar de reconocer que caminando podía encontrar algo de paz, tenía, sin embargo, que soportar la angustia que recurrentemente volvía a apoderarse de él a tal punto de hacerle llegar a sentir "toda su ropa como una especie de tela cebolla" y él, también, percibirse como "cebolla roja lagrimeante". Es Arguedas, a los cuarenta y siete años de edad, justamente cuando recién había dado a conocer Los ríos profundos que, a pesar de todo (angustias, depresión) "salió en un buen año" ("Menos mal que los ríos salió en un buen año..."); y cuando aún no aparecieron Todas las sangres, que tanto dolor le causó, ni El zorro de arriba y el zorro de abajo, que trajo el anuncio de su suicidio. 

Este trabajo literario de César Ávalos -tres textos brevísimos- es, me parece, una suerte de "historia clínica" (o acaso la confesión), en tono de desvarío (poético, naturalmente) o divagación, de un hombre sufriente que, tras lidiar en desventaja con la depresión, acaso ya adivinaba que -once años después- sus pasos se detendrían en un baño de universidad, al descerrajarse un tiro de revolver en la sien derecha.

 

© Bernardo Rafael Álvarez